miércoles, 30 de noviembre de 2011

La educación sexual para que no se perpetúe la exclusión

La Casa do Zezinho, situada en una de las zonas más empobrecidas de São Paulo, es un centro educativo y cultural cuya principal misión es luchar contra la marginalidad, la pobreza y la exclusión social de los más jóvenes.

Sus actividades en materia de salud sexual han dado un resultado muy positivo.


Logo de la Casa do Zezinho (Imagen: casadozezinho.org.br)
Desde hace tres años no hay embarazos precoces entre las adolescentes que asisten a la Casa do Zezinho, un centro educativo y cultural de Brasil que acoge 1.500 niños y jóvenes pobres que viven en “favelas” de la Zona Sur de São Paulo.
Una dramatización radical en los talleres de educación sexual contribuyó a prevenir ese factor de deserción escolar y alimentación de la pobreza. Hace tres años se formó un grupo de parejas de “embarazados”, en que ellas y ellos debían cargar prótesis de plástico simulando una barriga en crecimiento.
Mientras estaban encinta, las parejas con edades entre 15 y 20 años tenían que privarse de actividades que normalmente evitan las gestantes, como jugar fútbol, algo muy frustrante para los “embarazados”. Tampoco podían nadar en la piscina que integra los 3.200 metros cuadrados de construcción de la Casa, o realizar otros deportes.
“Solo podían practicar yoga”, aclaró divertida Dagmar Garroux, fundadora y presidenta de la institución, a la que todos llaman Tía Dag. Después de nueve meses, los adolescentes se liberaron del gran volumen ventral, pero entonces debieron cuidar al bebe, un muñeco de papel maché hecho por ellos mismos. Amamantarlo, bañarlo, cambiarle los pañales, todas las tareas de una joven madre.
Siguieron sin poder asistir a bailes y fiestas en la Casa, como les sucede a las adolescentes de las favelas (barrios pobres y hacinados), observó la presidenta.
Con esas y otras iniciativas creativas “se rompió el ciclo del embarazo precoz” y se estimuló el uso de condones, acotó. Son numerosas y variadas las actividades en esa organización no gubernamental, con sede en un pequeño barrio de clase media enclavado entre tres grandes favelas, Capão Redondo, Jardín Ángela y Santo Antonio, conocidas por su violencia e integradas en una subalcaldía con más de medio millón de habitantes.
El embarazo precoz se convierte ahí en una forma de afirmación para muchas adolescentes oprimidas y sin oportunidades y es frecuente en esos barrios que enfrentan también un elevado índice de mujeres a cargo solas de sus hogares, de violencia sexista, baja escolaridad y criminalidad proveniente del narcotráfico.
Entre 2000 y 2009 Brasil redujo en 34,6 por ciento los embarazos precoces, cuando superaron ligeramente los 444.000. Pero los partos de adolescentes de entre 10 y 19 años aún representaron una quinta parte del total en el país, según datos del Ministerio de Salud. Garroux llegó al lugar para vivir y trabajar cuando era una pedagoga inconforme con la enseñanza convencional “tonta, estancada en el siglo XIX”, que la hacía cambiar de escuela “cada tres meses”, y en 1994 creó la Casa.
Promueve lo que llama Pedagogía del Arcoíris, que rige las actividades del centro, destinadas a estudiantes de las favelas del entorno, y se fundamenta en el trato a todos por igual, sin distinción entre géneros y entre los que aprenden y enseñan, sobre la base que educar es amor y compartir.
La jornada visitamos la Casa los educadores resaltaron que no hacen diferencia entre niñas y niños, ni miden el aprovechamiento por géneros, ya que su meta es que refuercen su autonomía y su personalidad, algo revolucionario en una comunidad donde aún muchos padres creen que “es una pérdida de tiempo” que sus hijas se eduquen.
Garroux ha tenido que convencer a muchas madres que solo si sus hijas estudian, tendrán mejor vida que ellas e iguales oportunidades que los varones, aunque después matiza que no tan iguales, en un país con estereotipos sexistas muy extendidos.
“Pero la oportunidad de salir del ciclo de violencia, sumisión y empobrecimiento serán mucho más altas para ellas”, subrayó Tia Tag, que se hizo experta en distinguir las señales de violencia o abusos sexuales de las niñas y junto a su equipo y asistentes sociales promueve soluciones y terapia para agresores y agredidos.
En la escuela informal hay 1.200 asistentes de seis a 21 años, a los que se suman unos 300 “jóvenes adultos” que atienden cursos nocturnos. Otros 2.000 aspirantes quedan fuera por falta de espacio para acogerlos en la Casa, donde un requisito es que los elegidos también estudien en un centro regular durante la escolarización obligatoria
“Aguzar los cinco sentidos” constituye otra de las bases de la pedagogía de Garroux, porque “sin todos los sentidos aguzados no se educa”, explicó. Por eso, artes, deportes o cocina, junto con mucho afecto, son prioridades en la Casa. “Sin arte tampoco se educa, solo se forman tecnócratas”, sentenció.
Los estudiantes se dividen en siete grados, cada uno identificado por un color del arcoíris. Los niños de 6 a 8 años comienzan en la Sala Violetas y avanzan por las salas Jeans, Mares y otras al crecer, para concluir en la Sala Corazón, para los de 16 a 21 años. Los cursos nocturnos les permiten seguir en la Casa después.
Muchos vuelven o se mantienen en la institución como monitores, educadores o funcionarios. Un 60 por ciento de los que trabajan en el centro son “exzezinhos”, destacó Tia Dag.
Uno de ellos es Agenor Mendes, responsable del Taller de Artes. Residente en Santo Antonio, ingresó en la Casa en 1999, con 14 años, salió en 2004 y volvió a ella en 2009 como educador.
Graduado en Artes Visuales y con trabajos en fotografía artística, tiene versatilidad para orientar los niños y adolescentes en pintura, diseño, tapicería y una gran variedad de artes. “Hacemos reciclaje, la obra se define por el material disponible, sean retazos de tela, madera o revistas viejas”, señaló.
El mosaico, el arte de hacer cuadros o adornos con fragmentos coloridos de cerámicas, piedras u otros materiales, reúne muchos adolescentes en otra sala. En música, la Casa formó una Orquesta que se presenta en las comunidades vecinas y teatros lejanos, y dispone de un estudio de grabación. “Músicos formados acá enseñan en otros proyectos y en la Universidad Libre de Música o tocan en otras orquestas”, informó Tia Dag.
La “capoeira” (mezcla de lucha y danza creada por los esclavos africanos), danza, teatro, clases de informática, cocina u horticultura agitan a niños y adolescentes por la edificación de tres pisos, de salas irregulares, corredores y escaleras nada simétricos, que se ha expandido improvisadamente poco a poco.
El alboroto de centenares de personas en variadas actividades ocurre en un clima ajeno a las tensiones. “No tenemos profesores, sino mediadores”, definió Tia Dag, para explicar las relaciones horizontales entre todos.
La igualdad de género es práctica permanente, aseguró. Los varones aprenden desde niños a tricotar manualmente y participan en grupos de baile, mientras los homosexuales no sufren discriminaciones. Un travestido frecuenta con normalidad las actividades de la institución, por ejemplo.
Gracias al centro, las propias jóvenes están asumiendo públicamente su homosexualidad, algo aún difícil en su entorno, según el periodista Saulo Garroux, que adhirió integralmente al proyecto de su esposa Dagmar.
Se trata de una organización de referencia en su área de actuación, muy respetada, certificó Andrea Cruz, sicóloga del Instituto Herederos del Futuro, que asiste a víctimas de la violencia en las favelas de la misma zona

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